Vía Microsiervos me entero de que en Picando código se habla que a través de Slashdot han conocido la noticia de que en estos días se cumple el 25 aniversario del estreno de la película Juegos de Guerra (Wargames). Sólo con recordarla me asoman lagrimillas a los ojos cual torrente de bits. ¡Qué película! ¡Qué friquismo! ¿Cuántos de nosotros quisimos ser informáticos y conocer los intríngulis de las BBS (Internet por aquel entonces no alcanzaba el grado sino de sueño, e Infovía tardaría aún años en llegar)? Tener un módem con el que arruinar a nuestras familias con una war dialing en la época en que se ponían conferencias para hablar con el primo que vivía en una provincia cercana era toda una utopía. Y el IMSAI 8080, con sintetizador de voz incluido, un sueño.
Y en aquella época, David Lightman, un joven hacker se conectaba a la W.O.P.R., ese ordenador encargado de la gestión de la seguridad norteamericana que almacenaba en sus bobinas de cinta magnética un juego de ajedrez y un tres en raya, y le proponía jugar a la guerra termonuclear mundial. En plena Guerra Fría una amenaza como esa no era precisamente trivial, y la película puso en candelero un peligro que no quedaba meramente en la ficción, como pudo comprobar Stanislav Petrov. Hoy día solo se me ocurren dos tipos de personas que podrían ver esta película: nostálgicos de la informática de los ’80, y friquis/geeks de postín.
El caso es que, tras leer la noticia, me está apeteciendo preparar unas palomitas y sentarme a verla de nuevo junto al Dr. Falken…
Un juego muy extraño. La única forma de ganar es no jugar. ¿Qué tal una partida de ajedrez?
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