Nota del autor

Si la entrada que estás leyendo carece de imágenes, no se ve el vídeo que teóricamente lleva incrustado o el código fuente mostrado aparece sin formato, podéis conocer los motivos aquí. Poco a poco iré restableciendo la normalidad en el blog.
Este blog es un archivo de los artículos situados previamente en Lobosoft.es y ha dejado de ser actualizado. Las nuevas entradas pueden encontrarse en www.lobosoft.es. Un saludo,
Lobosoft.

viernes, 19 de septiembre de 2008

¿Nos importa nuestra seguridad?

En tiempos remotos, cuando me dedicaba a impartir clases de informática, insistía a mis alumnos para que usasen contraseñas robustas, aunque simplemente se tratase de una cuenta de correo electrónico perteneciente a una plataforma de formación. Aunque obviamente no me lo decían, estimo que alrededor del 95% de ellos no me hacía caso. Y posiblemente me quede corto. Para un “usuario medio”, la autenticación ante un sistema informático es más un engorro que un bien. Sí, es necesaria, está ahí, pero no deja de ser un fastidio. Si no, no se explica que haya tantos ordenadores personales con la cuenta de MSN Messenger que se conecte automáticamente o almacene la contraseña, o que se usen contraseñas para el correo electrónico o el equipo como “maria”, “minino”, “asdf”, “ef” o el infaltable “1234”. Posiblemente si estudiásemos las contraseñas asociadas a la cuenta bancaria el porcentaje de usuarios que incrementa la seguridad crecería un poco, pero tampoco esperemos demasiado. ¿Por qué –en general- no nos preocupamos demasiado de las repercusiones que tendría que alguien vulnerase nuestra privacidad? Posiblemente, como leía ayer en Security Art Work, no creemos poseer nada que interese en especial a cualquier otra persona; pensamos que la información que manejamos a diario no tiene mayor trascendencia y que, salvando la cuenta corriente, pocos amigos de lo ajeno nos van a intentar asaltar. Pero estamos equivocados. En realidad, y por más que nos pese, nuestra vida resulta muy interesante para los demás.


Conocer qué páginas visitas, los blogs que lees o cuánto usas el correo electrónico puede interesar, y mucho, a las empresas que desean ponerse en contacto contigo para ofrecerte un producto. El corazoncito de Google no es el PageRank, como nos quisieron hacer creer, sino la publicidad que da de comer a la compañía y la convierte en rentable. ¿O pensamos que el buscador más importante –en la actualidad- está ahí “por amor al arte”? Pero no es sólo Google quien vive de conocer nuestras preferencias. La mayor parte de páginas web que ofrecen servicios o algún tipo de producto almacena información sobre nosotros, aunque sea de una forma más o menos anónima (usando cookies, obligándonos a registrarnos y monitorizando la navegación cuando iniciamos sesión, etc). Es lógico, aunque podría ser éticamente cuestionable. Por mi parte me conformo con que me avisen de lo que quieren hacer con mis datos, y estará en mi mano aceptar los términos que me deseen imponer o no. El problema está en que no siempre recibimos ese aviso y, además, en la ceguera que nos imponemos a nosotros mismos. Obviamente, los servicios están ahí, y podemos usarlos o no, aunque esto es así hasta cierto punto únicamente. ¿Quién podría hoy localizar de forma eficiente información en Internet si no fuese por Google u otros buscadores? ¿Cómo prescindir de este servicio? El mero uso globalizado ya provoca dependencia.


En cualquier caso, no está todo perdido. Existen alternativas al alcance de cualquiera, y usándolas podremos intentar minimizar este derrame continuo de información acerca de nuestras personas. Por ejemplo, el uso de cuentas de correo alternativas para el registro en páginas que nos inundan el buzón de e-mails, utilizar proxies anonimizadores para navegar y cifrar –o al menos firmar digitalmente- nuestras comunicaciones. ¿Se trata de una actitud paranoica? Con toda probabilidad nos ganemos ese calificativo frente a otros usuarios, pero si no vamos imponiendo poco a poco ciertas actitudes que hagan prevalecer el derecho a nuestra intimidad sobre el mercadeo de la información (de las empresas, de los profesionales -como nos habla Javier en su blog- o de los propios usuarios), el futuro que nos espera resulta ciertamente abrumador.


¿Qué medidas tomar para mejorar nuestra seguridad en la red?


Usar siempre contraseñas robustas. Podemos medir la fortaleza de nuestra contraseña usando alguna de las herramientas on-line que existen a nuestra disposición. Por ejemplo,



Utilizar anonimizadores a la hora de navegar.


Cifrar y firmar el correo electrónico descargando y usando, por ejemplo, GPG.


Mantenernos informados sobre las medidas que toman los gobiernos sobre las comunicaciones. Por ejemplo, en estos días están discutiéndose en el Parlamento Europeo una serie de medidas (las tristemente famosas “Enmiendas Torpedo”) que podrían poner en manos de las compañías de telecomunicaciones un control casi policial del uso que demos a la red.


Abogar por el software libre y aquel que no coarte nuestras libertades. Precisamente hoy, día 20 de septiembre, se celebra el día de la libertad del software ;) .


Tener en cuenta que ser un poco paranoicos no implica perder la cabeza :) . Y cuidado con los amigos que os echáis por ahí ;) .

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