Las aplicaciones que producen escaso valor de negocio o son ineficientes deberían ser reducidas o eliminadas dentro de ámbito empresarial. Una aplicación ineficiente provoca un mayor consumo energético porque:
- Tarda más en ser ejecutada.
- Requiere más recursos que una eficiente, por lo que necesita equipos más potentes para ser ejecutada, con los consiguientes cambios de hardware en la empresa, y además obliga al procesador y demás componentes a trabajar proporcionando un mayor rendimiento, motivo por el cual se produce un mayor calentamiento de los mismos (a mayor frecuencia mayor cantidad de calor disipada por la energía producida) y un consumo de energía más elevado.
Así, deberíamos optar por aquellas aplicaciones que, ofreciendo la misma funcionalidad (aquella que necesitemos, obviamente) sean más eficientes. Sobre los sistemas operativos, no quiero mirar a nadie, pero hay un claro candidato a servir de ejemplo para esta entrada.
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